Entonces, empecé la busqueda. Pedí información cuando viajaba en el Tren a Las Nubes, un tren turístico que va a los Andes desde la ciudad de Salta. Uno de los guías había viajado ahí.
Escucha. – me dijo. – Fui hace dos años. Tenía un buen tiempo, pero si no tenés coche, solo es posible llegar a Casabindo tomando un camión en Abra Pampa. Los camiones llevan a la gente que tiene cosas para vender en el pueblo.
Casabindo, estaba escuchando , es un lugar difícil de llegar. Es muy alto, 3500 metros o mas sobre el nivel del mar en los Andes de Argentina, en la provincia de Jujuy.
Fui a Humahuaca, el pueblo turístico mas cerca a Casabindo. Por suerte encontré una habitación y además una empresa de excursiones que tenía un coche que iba a Casabindo por el toreo. Llegamos el domingo por la mañana, después de un viaje lleno de baches. Había una multitud grande que incluyó vendedores de mercado, fotógrafos y hombres con cámaras de televisión.
El toreo comenzó después de una mañana de ceremonias. Imagina la
escena: un torero solo en una plaza polvorienta, con una tela flameando en sus manos, rodeado por gente que se sientan juntos en una pared baja de piedra que cerca la plaza. Un toro negro, grande y enojado mira el torero fijamente, y el polvo vuela en el aire cuando raspa su pezuña frente en la tierra dura.
El objetivo es muy diferente al de España, aquí no es matar al toro sino el torero demuestra su coraje agarrando una vincha roja con monedas de plata cosidas entre los cuernos del toro. Después la vincha es ofrecida a la Virgen.
El torero se agachó y se acercó al toro con la tela en la mano.
Llevaba puesto jeans azules y un suéter viejo. No estaba entrenado como un torero de España, ni llevaba un traje con lentejuelas. Solo era un hombre normal del pueblo.
Con la cabeza baja, los cuernos casi tocaban la tierra, el toro cargó al torero. Los primeros dos toros eran mediocres, y los toreros habían ganado fácilmente. Pero este toro era grande y salvaje! El torero tenía problemas y yo no podía ver como el podría acercarse al toro para arrebatar la vincha sin estar herido o muerto. Miramos con admiración cuando el torero se acercó al toro una y otra vez con su tela mellada, y cada vez evitaba que los cuernos lo fulminaran y sus pezuñas peligrosas tambien. Después, quizás frustrado por no poder matar al torero, el toro corrió hasta la pared baja en el otro lado de la plaza y dio un salto poderoso, cayendo sobre la gente que estaba presenciando el espectáculo.
No pudimos ver nada, pero escuchamos gritos y vimos movimientos rápidos. Después de diez minutos todo estaba en calma. Evidentemente no había serios heridos, porque pusieron otro toro en la plaza para continuar las peleas. Las demás no eran tan salvajes o peligrosas como el toro loco, y el torero continuó hasta la noche.
Siempre voy a recordar este viaje increíble y el toro que atacó la gente.
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Escrito por Andrew Gibson, www.magicalplacesfineart.com